Crítica de Carlos Salas
Mare Nostrum llamaron los antiguos romanos a ese mar que se extiende desde la Ibérica hasta la Anatolia, bañando el sur de Europa y el norte de África. Un mar que nunca fue frontera, sino vía de comunicación y encuentro. Y lo fue incluso antes de que Roma lo dominase por completo. Mar abierto al comercio, a la cultura y al arte. Aquel que hizo posible que los griegos levantasen templos en la costa turca, en el sur de Italia o en el este español. Aquel que permitió a los comerciantes fenicios alcanzar el extremo opuesto del mundo conocido. Aquel que hizo posible que los cartagineses fundasen una nueva Cartago en el sureste ibérico. Ese mismo mar que se convirtió durante siglos en el atrio líquido y azul de la gran Roma.
Pero hoy, dos mil años después, solemos olvidar esa ligazón, ese vínculo indisoluble que une a los pueblos mediterráneos a través de su historia. Que en la actualidad haya españoles que piensen que tienen más en común con un inglés o con un noruego que con un griego o con un tunecino, es síntoma inequívoco de decadencia cultural y desmemoria histórica. Afortunadamente, aún hay quienes se aplican en la noble tarea de mantener vivos esos lazos, siendo dignos continuadores de una herencia sagrada. Y entre ellos destacan los artistas, quienes, dotados de una especial sensibilidad, saben mantener viva esa llama creativa, cultural e histórica.
La exposición Itálica se nos revela como vigoroso ejemplo de ese compromiso que siguen manteniendo nuestros artistas con el pasado común. Una docena de creadores italianos y otros tantos españoles dan cuerpo con sus obras a una gran muestra colectiva, que tiene como principal objetivo continuar avivando esa llama de la que hablábamos. Y no es casualidad que esos artistas sean fundamentalmente de la región de Campania, en el caso de los italianos, y del Levante, en el caso de los españoles, pues esos poderosos vínculos culturales e históricos dentro del Mediterráneo han sido siempre especialmente intensos entre estos territorios. De hecho, la presente muestra debe entenderse como complemento a otra exposición que, bajo el título de ISpanica, tuvo lugar en 2018 en Casagiove (Caserta).
Alrededor de medio centenar de obras, fundamentalmente pictóricas y pertenecientes a los más diversos estilos y técnicas, confluyen en una muestra que es claro testimonio del vigor y el compromiso con que los artistas italianos y españoles siguen ejerciendo su labor creativa. Desde las variadas propuestas abstractas de autores como Lucio Afeltra, Antonio Requena, Joaquín Llorens o Mavi Rico, hasta el cubismo colorista y alegre de Marina Torres, el expresionismo de formas esenciales y símbolos de Enzo Trepiccione, o las metáforas visuales de influencia surrealista de Salvador Torres —por citar solo algunos—, se puede ir descifrando, a través de múltiples enfoques, ese pasado común al que los creadores rinden homenaje.
Los artistas involucrados en Itálica son, al mismo tiempo, herederos de una antigua vinculación cultural y artífices de una nueva contemporaneidad artística. Su labor ha de ser tomada como ejemplo para todos aquellos que hayan caído en el posicionamiento fácil y penoso de la ignorancia y la desmemoria. Miremos al futuro, por supuesto, pero teniendo siempre muy presente quiénes somos y de dónde venimos. Nuestra cultura mediterránea, rica y milenaria, lo merece.
CARLOS SALAS
Universidad de Murcia