JUAN JESÚS HERNÁNDEZ

 ESQUIRLAS DE AGUA Y LUZ


A menudo alguien se abstiene de opinar sobre un cuadro —pongamos que un paisaje de Turner— porque "no entiende de pin-tura”. Cuesta imaginar que esa misma persona se negara a expresar su opinión sobre la naturaleza que contemplaba Turner mientras la iba reflejando en el lienzo, arguyendo que “no entiende de paisajes”. La anécdota esconde su categoría: hemos hecho del arte una actividad hermética, sobre la que los profanos tienen poco que decir, e incluso consideran que no deben interferir en la doctrina de los entendidos.

No sé en qué medida esa actitud reverencial hizo que Juan Jesús Hernández (Villena, 1952), amante de la pintura desde la infancia, se situara a este lado del espejo, como un admirador del arte que tiene miedo de pisar ese recinto para él sagrado. Cuando, al fin, se atrevió a dar el paso para concretar en imágenes aquellos cuadros que crecían solo en su fantasía, lo hizo conteniendo la respiración, como signo de respeto, pero también —espero se entienda lo que quiero expresar— como quien "ha perdido el respeto” a ese ámbito que no quería dejar al disfrute tan solo de iluminados o hierofantes.

Sus inicios estuvieron marcados por la influencia del acuarelista Antonio Requena Solera, quien —virtud del maestro que en verdad lo es— no quiere que el discípulo sea una prolongación de sí mismo, sino alguien que busca incansablemente su alma artística propia y no intercambiable, muchas veces agazapada o escondida bajo mil conchas. A partir de ahí, Juan Jesús Hernández fue pasando por hitos y magisterios a los que debe mucho: los acuarelistas Manolo Jiménez, Javier Cárdenas, Aurora Charlo, Nicolás López, Olegario Úbeda, Álvaro Castagnet, Mustapha Ben Lahmar..: Con ellos fue decantándose un universo estético que, respirando el aire de la realidad, se alza sobre ella y exprime sus jugos sin atarse a la imitación de las formas. Fruto de esa maduración son diversas exposiciones de su obra acuarelística: Lucentum (Elda), Fundación Paurides (Elda), Mare Nostrum (Lizzano, italia), Benevento (Benevento, Italia), Complesso Monumentale San Felice (Torino di Sangro, Italia). Acuarelas de su autoría han sido seleccionadas en la V y VI Bienal Internacional de nuevas Técnicas (Caudete, 2019 y 2022), así como en el II International Watercolor Festival / Spain (Madrid, 2022).

Sus creaciones no son la plasmación de ideas mentales prefiguradas, sino que responden a una gestación que se va progresivamente definiendo con las mezclas y los escarceos del agua, los pigmentos, las tintas, el papel. Unas formas generan otras; unos colores abren la puerta a otros, cuya presencia no estaba prevista. Se termina, así, erigiendo la obra como reproceso de tanteo en el que la sensibilidad y el azar van de la mano y cuyos resultados lo mismo pueden sorprender a quien los contempla que a quien los ha pintado (porque, ignorante al comienzo, solo haciéndolo va averiguando el artista lo que pretendía hacer).

Entre el informalismo y la abstracción, en estas acuarelas el agua es una aliada caprichosa y a menudo incontrolable, con la que se pretende lavar las superficies para que emerja aquello que se halla bajo la cáscara de lo aparente. En la estela de la afirmación de Oskar Kokoschka, para quien “el arte hace posible la esperanza que nos niega la vida”, su concepción personal de la acuarela no persigue replicar la realidad, sino rectificarla, sublimarla o recrearla.

Ángel L. Prieto de Paula